Crisis y oportunidad
Artículo de Pedro María Blasco Campos para Revista Balma.
En las crisis, gente exhausta lucha por la supervivencia y está inmersa en problemas económicos y personales, donde la economía sumergida, el apoyo familiar y los subsidios aseguran una relativa calidad de vida y pueden llegar a evitar un estallido social. Las crisis son zonas ademocráticas. Paréntesis en la actividad política habitual, donde no parece ser necesario el consenso ni el consentimiento, apunta Naomi Klein.
En estas épocas nos volvemos a cuestionar el modelo de organización social que es más apropiado para producir, organizar y consumir, después de que se hayan erosionado el tejido productivo y las fuentes de generación de valor añadido.
Esta crisis que se avecina me recuerda en su inicio a la de 2008 por el exceso de confianza a la hora de abordarla. Famosa fue aquella conversación de un famoso economista que le comentaba al entonces jefe de gobierno: "No podemos seguir así, es necesario un cambio de modelo económico y reformas estructurales”. El entonces jefe de gobierno le contestó: “Somos los que antes saldremos de la crisis y los débiles apenas sufrirán”. En aquel 2008, las teorías de Hayek habían quedado invalidadas y muchos gobiernos empezaron a intervenir en los mercados y en la economía.
Cuando la gente sabe de economía, los políticos están más controlados. Los españoles valoramos a los políticos en función de nuestras condiciones materiales de vida (según concluyen algunos reconocidos politólogos) y mantras ya conocidos como "España va bien", "hemos vivido por encima de nuestras posibilidades", “que les vaya bien a las empresas para que le vaya bien al resto de la sociedad” ya no son tan fáciles de extender entre la población.
Se llegan a hacer afirmaciones tan simples como que el capitalismo es consumir por consumir y el comunismo es producir por producir. Nos encontramos en economías mixtas, donde existe un contrato social que mantiene la paz social. En este contrato social se da la oportunidad a los trabajadores de participar a través del empleo de los beneficios del crecimiento económico. Se produce el eterno pulso entre la clase trabajadora (que pedirá más salarios y más gasto público social) y los propietarios del capital (que querrán más margenes y pagar menos impuestos).
Un concepto no ajeno a una crisis económica es de la globalización. Como apunta Naomi Klein, "el fin último de la globalización es crear un marco para el que las multinacionales produzcan al menor coste posible y vendan productos con las mínimas regulaciones y el menor número de impuestos. Y raramente creando base productiva en los lugares de origen". La globalización se considera asimétrica, porque no hay libertad real de movimientos de bienes, servicios, personas y dinero.
La economía mundial ya enfrentaba múltiples desafíos que amenazaban su proceso de globalización, como el proteccionismo creciente en distintos puntos del planeta manifestado en procesos como la guerra arancelaria o la salida de Reino Unido de la UE. Esta pandemia no va a hacer más que agudizar y acelerar esa tendencia antiglobalizadora.
En este contexto espacios como la revista Balma,se hacen más necesarios que nunca, visibilizando proyectos inspiradores, transformadores e ilusionantes. Porque las crisis también son oportunidades.
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